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  • Ante la necesidad de unas reglas o

    2019-04-18

    Ante la necesidad de unas reglas o códigos leukotriene receptor antagonist partir de los cuales evaluar la producción de los decadentistas, el autor del artículo se lamenta de su inexistencia: “¿Dónde está el código de los decadentistas? No le tienen porque en vez de reglas lo que ellos practican es la violación caprichosa y casi inconsciente de las consagradas por los grandes autores y por el uso tradicional […]”. El segundo artículo, titulado “Decadentismo Colombiano”, se refiere al anterior y reconociendo que lo escribe una “pluma adocenada y correcta”, pasa a corregir al autor, haciéndole saber que el Decadentismo no es una escuela literaria, asimismo, con Decadentismo la crítica se refiere a la “tendencia marcada a pulir la frase a darle colorido a la expresión, a inventar nuevos giros y modos de decir, nuevas voces y nuevas sintaxis, en todo lo cual se llega al exceso y a la extravagancia”, por su parte, para “otros esta escuela no tiene fincada únicamente sus credenciales de tal en la invención de nuevas formas de dicción, esto es, en lo puramente formal del lenguaje, sino que tiene fundamentos filosóficos que dijéramos responden a una faz de la conciencia universal moderna. Paso seguido, afirma que el Decadentismo es esencialmente una tendencia poética que aspira a manifestar una determinada faz del alma social moderna, “la neurosis peculiarísima, si se quiere, de la humanidad de hoy, es aceptable y hasta cierto punto digno de elogios”. “Las letras son como espejo de las costumbres y modo de ser social, y a cada nueva civilización, a cada transformación política, social o religiosa corresponde y debe corresponder un periodo respectivo del Arte”. En general, Eusebio Robledo establece una división tajante entre la vieja y la nueva poesía caracterizada por la libertad artística y opuesta a las reglas de cartilla, sin definiciones que la preceden y sin normas que la encorseten:
    A modo de conclusión Asimismo, se ha querido establecer el papel modernizador del periodismo, la práctica literaria y la crítica, precariamente iniciados en espacios como los salones y las tertulias y cuya cobertura en la población, mayormente analfabeta, requiere de un estudio particular. En este sentido, vale resaltar el papel de la crítica literaria de finales del siglo xix y principios del xx cuando en aras de la defensa de la autonomía de la serie literaria surgieron polémicas de carácter estético que, en el fondo, remitían a Positive supercoiling cuestionamientos de carácter político sin que por ello pretendieran imponer un concepto de Estado, sociedad o política inscritos en los idearios partidistas tradicionales, sino tal vez, en lo que Émile Zola escribiría, en 1898, en un contexto muy diferente: “[…] la verdad está en marcha y nada la detendrá”. Este llamado a la libertad artística en contraposición al contexto político que se vive; además de su insoslayable mediación en las polémicas ideológicas, podría ser interpretado como parte de los últimos estertores de una crítica literaria y una poesía que está ad portas de la universidad, distanciándose para siempre de la esfera pública y difícilmente participando en la constitución de la opinión pública. Así lo manifiesta Eagleton en relación con la crítica inglesa del último cuarto del siglo xix. Para este inglés, la aparición de las publicaciones intelectuales especializadas, efecto de la creciente profesionalización, fue generando una disminución del poder de los “hombres de letras” tradicionales debido a la autoridad disminuida por las universidades como centros de especialización y a la ignorancia de la masa de lectores. A esto habría que sumarle los efectos catastróficos de las políticas culturales conservadoras en el incipiente campo intelectual colombiano que a principios de siglo xx, terminada la Guerra de los Mil Días (1899-1902), ve como última alternativa la destrucción e intolerancia política del humor fácil y el juego de palabras ingenuo. Sólo hasta la llegada de los años veinte, tras las incipientes luchas sindicales, los estertores de la revolución bolchevique y el consiguiente fervor político de las juventudes liberales, la crítica literaria lucharía por ocupar el puesto perdido dentro de la opinión pública, pero ya no serían los literatos sus protagonistas, sino los intelectuales.